miércoles, julio 06, 2005

DIARIO DE UN ESQUIZOFRÉNICO

Del diccionario de la Real Academia Española
esquizofrenia.
(Del gr. σχίζειν, escindir, y φρήν, inteligencia).
1. f. Med. Grupo de enfermedades mentales correspondientes a la antigua demencia precoz, que se declaran hacia la pubertad y se caracterizan por una disociación específica de las funciones psíquicas, que conduce, en los casos graves, a una demencia incurable.

El presidente Néstor Kirchner acaba de diagnosticar que los periodistas son esquizofrénicos.
Al margen de lo que ya escribí en La Voz del Interior hoy mismo, bajo el título de "Salud mental", creo que todavía se le debe un desagravio a las personas que padecen esa enfermedad.
En todo caso, en lugar de criticar a los periodistas por eso, debió compadecerse porque, de ser así, somos todos enfermos.
¿Estaremos enfermos porque le pedimos a los gobiernos que sean transparentes? ¿O porque les pedimos que armen las listas con gente idónea y no meramente popular? ¿O porque les pedimos que definitivamente eliminen la corrupción (y dejen de pagarles a periodistas, por cierto)? ¿O porque vivimos mirando debajo del agua para ver cuánto prometen y cuán poco cumplen? ¿O porque muchos consideramos que debemos estar del lado de la gente, lo que no es lo mismo que estar del lado de los políticos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Veamos otras brillante definiciones presidenciales:
"Algunos sectores del periodismo que se ponen nerviosos y se enojan cuando se les dice que están equivocados porque están acostumbrados a dirigentes políticos que tienen miedo de lo que dice la prensa".
"Yo no les tengo miedo. Pueden decir, hablar, elucubrar, pero algún día van a tomar en serio su responsabilidad y no se van a enojar cuando uno dice que están equivocados desde la verdad relativa que uno pueda tener".
No se trata de que unos y otro se atemoricen. Lo que se trata es de no tratar de imponer la media verdad con que cada uno cuenta. En todo caso, a los presidentes se los elige cada cuatro años. A los periodistas, la gente los elige cada día: compra sus diarios, mira sus canales o escucha sus radios. Y si no les gustan, los cambian. Oferta abierta siempre habrá. La de los políticos parece, en cambio, un monopolio.

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