Todos quedaron discutiendo si era legítimo que Diego Maradona reconociera una trampa en el partido que la Selección le ganó a los ingleses con un gol histórico, pero con la mano.Para evitar exceso de palabras, adhiero a Alejandro Mareco en su columna publicada hoy en La Voz del Interior.
Urticante
Por Alejandro Mareco
Un problema de Maradona es que cree que él siempre puede decir lo que se le venga en gana. Incluso la verdad. Y en un mundo de hipocresías, en el que se buscan atajos y se hacen increíbles piruetas intelectuales para no hacerse cargo de la verdad, resulta urticante.
Pero ya lo había confesado antes, con el eufemismo de “la mano de Dios”, y todo el mundo lo sabía (sobre mentiras menos inocentes que ésta, todos los días se condena a países enteros).Resulta urticante también que la multitud lo siga apoyando, aun en la ilegitimidad.
Pero no es que lo aplaude en el delito (porque robe, porque no pague impuestos, porque pague o cobre en negro, porque se drogue), sino que siente aquella
travesura como una debilidad propia.
Es que ese día, aunque el fútbol no fuese la guerra, la multitud no soportaba la idea de perder frente a los ingleses. Era cuestión de sentimiento, no de razón, y los sentimientos son los que suelen tener razón. Y Maradona lo hizo, con un gol “pirateado” y otro de máximo talento.Diego no se arrepiente.
Tal vez sería mejor que mintiera, o que todos prometiéramos no volver a hacer trampa, nunca más. Pero, por favor, que nada nos quite la felicidad de aquella tarde.
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