domingo, septiembre 05, 2010

Los 50 años del Instituto La Asunción de María: libro y charla

El sábado, compartimos en Elena la presentación del libro por los 50 años del Instituto La Asunción de María.
Junto a Alicia Rodríguez, la rectora; Nora Zon, Marisa Magni, Vilma Pron y otros docentes y amigos disfrutamos de un momento en el que las emociones afloraron a cada minuto.
El libro, lo verdaderamente importante del acto en el Cine Cooperativo, es una recopìlación de la historia del colegio, junto a un texto aportado para cada una de las promociones.
Luego, tuve el honor y el placer de ofrecer una charla sobre los desafíos digitales en busca de una identidad para nuestro pueblo.
Para los interesados, el texto es el siguiente:

Me fui de Elena hace más de 30 años, en 1979.
Obviamente, como todos saben, regreso a menudo porque gracias a Dios están mis padres, mis padrinos, mis primos, mis amigos; están ustedes.
El tiempo, con su danza entre la vida y la muerte, nos acerca siempre más a nuestros orígenes.
Lo puso Gabriel García Márquez en boca del José Arcadio Buendía, el personaje de su célebre novela Cien años de soledad: “Uno no es de ninguna parte mientras no tengo un muerto bajo la tierra”.
Más allá de los recuerdos que uno comparte con los que están y que atesora de los que ya no están, siempre me obsesionó pensar cuál era la seña de identidad de nuestro pueblo.
Esa seña que llevamos marcada a fuego por debajo de la piel, cerca del corazón, y que nos mantiene cerca aunque estemos lejos.
--¿Puede ser un lugar? –me pregunté.
Sí, quizá la Iglesia. Aunque no todos claro, profesan la fe cristiana.
Descarté los clubes. Son dos y siempre hay hinchas de uno y otro.
Pensé en la estación de tren.



Sí, claro, pero resulta que ya no tiene el valor que atesoraba para nuestros antepasados, como puerta de entrada o de salida del pueblo.
Seguí, seguí y seguí.
Hasta me planteé la curva del acceso norte.



--¿Vos vivís en la curva que tiene un pueblo al lado? –recuerdo que una vez me preguntó una persona con la que no estábamos presentando, en una humorada que no me causó nada de gracia.



También recordé que el genial Negro Fontanarrosa nos consideró "un villorio", la vez que a allá por los 70 pasó por aquí junto al Babú Galimberti.

La respuesta la encontré en Facebook.
Sí, en Facebook.
Ahí está hoy nuestra principal seña de identidad que se traduce en un orgulloso sentido de pertenencia al Instituto La Asunción de María.
Yo todavía lo recuerdo como “Instituto Comercial”, pero es apenas una cuestión de nombre que no cambia la esencia.
Dos grupos formados, sin siquiera ponernos de acuerdo, lograron unir a 350 personas que pasaron por sus aulas o lo consideran una referencia ineludible de Elena.
Yo estudie en La Asunción de María.
Yo fui a La Asunción de María
Pero hay algo mucho más importante, importantísimo:
Sin temor a equivocarme, creo que allí están todas las generaciones del secundario en sus 50 años.
Al fin encontramos un punto fuerte de unión entre gente de todas las edades.
La era digital, la era de las comunicaciones sociales en su máximo esplendor, nos está dando la oportunidad de seguir unidos, sin importar lugar ni edad.
Es que, en efecto, las redes sociales, que eran un paraíso para los jóvenes, se están volviendo cada vez más populares entre los mayores de 50 años.
No hay dudas que los chicos siguen siendo los mayores usuarios de esas redes sociales, como Facebook
Pero el crecimiento de esa audiencia se ve opacado en comparación con el recientemente observado de los usuarios de mayor edad.
Es evidente que las redes sociales tienen el potencial de achicar la brecha generacional.
Muchos quizá se sientan identificados con esta publicidad.



En efecto, el paradigma educativo ha cambiado:
Antes aprendíamos de nuestros padres, nuestros mayores.
Hoy aprendemos de nuestros hijos o nietos.
Hay muy pocos otros espacios –ni siquiera en nuestra vida cotidiana-- donde los chicos, adolescentes, adultos, abuelos, amigos y vecinos se pueden cruzar y comunicar regularmente.
Hoy hablamos, leemos, escribimos, nos informamos y nos comunicamos más que nunca y tenemos acceso a más información de la que jamás pudiéramos haber soñado.
En nuestro caso, aunque recién parece expresarse de modo tan contundente ahora, se entiende claramente cómo fue capaz una red social, como Facebook, en unir sentimientos.
Es comprensible: no creo que haya existido ni vaya a existir en Elena otra institución capaz de favorecer tanto la igualdad social y el desarrollo, a la vez de evitar el desarraigo de gente que, antes de su existencia, debía irse para hacer el secundario.
Logramos, en definitiva, que cada una de nuestras identidades digitales se convirtiera en una identidad común.
Debemos tener en cuenta que la identidad:

1. Se construye en interacción con otros.
2. Tiene en cuenta cosas como el espacio temporal y el reconocimiento por otros de la existencia.
3. La identidad es un fenómeno eminentemente subjetivo, con un fuerte componente emocional.
4. Implica un proceso de reconocimiento y valoración de la propia individualidad y del grupo social.

Favorecida la aparición de Internet y la expansión a todos los sectores sociales de la conectividad a la web, nace la identidad digital que cuenta con al menos tres particularidades:

1. La ampliación del entorno geográfico. La información sobre tu persona o tu lugar no tiene barreras geográficas.
2. No hay un control absoluto sobre ella. Una vez que la información llega a la Red, perdemos parte del control sobre ella.
3. La traza es rastreable a bajo costo. El uso de Internet provoca una serie de informaciones que pueden ser rastreadas por cualquiera.

¿A dónde quiero llegar?
Quiero llegar a proponer la alternativa de extender esta identidad que logramos con el secundario, o con la escuela primaria o con la plaza, por citar tres grupos que hoy tenemos en Facebook, para potenciar el conocimiento de nuestro pueblo.
A expandirlo a ese mundo sin fronteras, a convertirlo en una “marca registrada” que rompa los límites y nos posibilite una fuerte integración cultural, social, económica y de desarrollo con otras poblaciones.
Hoy contamos con una serie de herramientas tecnológicas impensables hace sólo cinco años atrás.
Hoy contamos, además, con un conocimiento digital en todas las generaciones, impensable tanto solo el año pasado.
Se hace imprescindible invertir en nuestra capacidad y en nuestras posibilidades de generar contenidos, servicios y mecanismos de articulación local que sirvan para afianzar nuestra identidad.
Y, por cierto, mantener una presencia y vigencia activa de nuestros ciudadanos y comunidades no sólo como consumidores sino también como prestadores de servicios de información.
En un año y medio, el centenario de Elena puede ser una oportunidad propicia de ponerse en la punta del viento y proyectar una imagen única, en la que confluyan nuestra historia y nuestro presente, y se trace un plan estratégico para nuestro futuro, que esté exento de avatares políticos y económicos.
Pequeños trazos de nuestra cultura, de nuestra historia, están desparramados en Internet.
Gracias a Walter Merlo, encontré en Youtube esta muestra de nuestro arte teatral.




En cuanto al teatro, parece increìble pero quièn escribió casi todos los libretos que fue Liliana Ricca, que falleció hace unos quince dìas.
En la dècada del 90 un proyecto que se llamò "100 ciudades cuentas su historia", de la Secretaría de Cultura de la Nación, incluó al grupo de teatro vocacional de Elena.
En primer lugar se realizó "La voz de la capilla", historia de la Capilla de Teg. En esa oportunidad para el estreno estuvo presente Lito Cruz, responsable del proyecto. Al siguiente año se realizò "100 ciudades cuentan sus leyendas", es el video mostrado arriba y el último "100 lugares cuentan su historia", donde se representaron lugares tìpicos de Elena, por ej.,el bar de Doña Betty con personajes como el doctor. Baduy, Felix Nanni, Marenchino, etc.
La dirección estaba a cargo de Raúl Rosalez.
Los actores: Gladys Germanetto, Juan Carlos Quaranta, Olga Calcagno, Adelmo Mazzoni, Marina Tessio, Marcelo Tardivo, y muchos màs.
Los libretos: Liliana Ricca, Celia Bocco.

Pero, una vez, más las generaciones se cruzan. Y tenemos muestras de rock.



Hace años que me daba vueltas y vueltas aquella película del oeste, Los pistoleros del río, filmada en la estancia Los Cocos, que imitaba a los heroicos western con John Wayne, que veíamos en este cine.
¿Quién la tenía? ¿Dónde estaba?
Me acabo de enterar que hace poco la pasaron en el canal local.
Así, pudieron verla los hijos y los nietos de sus protagonistas, que tal vez ni siquiera sabían de su existencia.

Con seguridad, habrá mucho más atesorado en baúles y cajones, a la espera de ser puestas a disposición de todos, de nosotros, que nos conocemos, y de los demás.
Pero no me quiero quedar ahí, aún cuando los recuerdos son siempre lindos el alimento del alma.
La capacidad de innovación en la búsqueda solidaria de soluciones a problemas sociales también está dando vueltas por ahí.
La campaña para prevenir accidentes, que mereció nada menos que el premio de Luchemos por la Vida, proyectó a Elena al país.
Tanto como lo hizo conocido el arduo trabajo de vigilancia comunitaria, que le colocó en la tapa de los principales diarios del país, como La Nación.
Hubo una serie de notas en La Voz del Interior:
http://archivo.lavoz.com.ar/08/12/14/secciones/regionales/nota.asp?nota_id=472761
http://archivo.lavoz.com.ar/nota.asp?Inicio=1&Pagina=2¬a_id=551841

Se trata, en definitiva, de construir un espacio virtual que nos contenga hoy, pero –más importante aún- que se proyecte en el tiempo.
Un regalo que nos podemos hacer a nosotros mismos; un legado para las próximas generaciones para que conozcan su origen y lo reivindiquen.
Ya tenemos una identidad que tiene cien años, consolidada por un secundario que cumple cincuenta.
Construyamos una identidad digital por los próximos cien años.
Leía hace unos días a Jeffrey Rosen, un experto en Internet, quien sostenía que el paradigma de nuestra era digital, la Red, “supone el fin del olvido”.
Los invito que tracemos una huella que nos seguirá para siempre y que permanecerá cuando ya no estemos.

Presentación Elena





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