viernes, junio 03, 2011

Periodismo y ciudadanía, charla en la UNSL

Este jueves 2 de junio participé de la charla "Qué Periodismo...Para Que Ciudadanía", en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, en compañía de Mario Otero (periodista Radio Universidad de San Luis) y Eduardo Latino (Agrup. Educ. Popular y Comunicación. Mendoza).
Una extraordinaria convocatoria en el microcine de la UNSL, que fue tuiteada por varios alumnos, con los que quedé en contacto. Gracias @ecosenza @exilumus @Elina_GM @FlorTorres_jb por el contacto posterior.
Aquí, un apunte de la charla y la presentación.

Redes sociales, ciudadanía y “revoluciones” virtuales

Corría 1995. El pensador francés Alan Minc ponía en circulación un libro que, al menos en su traducción al español, tenía un título muy atractivo: La borrachera democrática. El nuevo poder de la opinión pública.

Las sociedades desarrolladas, decía Minc, se habían basado sobre lo que llamó una “santa trinidad”, formada por la democracia representativa, el Estado-providencia y la clase media.

Sin embargo, los cambios sociales que se habían producido en Europa modificaron la composición de esa “santa trinidad”, que pasó a estar integrada por los jueces, los medios de comunicación y la clase media.

Por entonces, los medios estaban en condiciones de moldear a una opinión pública e influir de manera determinante sobre ella.

Era impensable una revolución sin la participación de los medios como propagadores de ideologías y acciones.

Eso explica, desde siempre, la decisión del poder de turno de lograr un entramado de medios que les respondan para contrarrestar la acción ideológica que tendía a quitarle al poder su condición de ordenador social.

Todo bien, hasta que, allá por 1996, hizo su irrupción en escena la más poderosa herramienta comunicacional de la era moderna: Internet.

La popularización de la red de redes tuvo un crecimiento fenomenal, a punto tal que nadie apuesta a creer que alguna vez logre el punto de madurez, como ocurrió con la industria tradicional de medios, conformada por diarios, radios y canales de televisión.

El mensaje dejó de ir de uno a muchos y pasó de muchos a muchos.

Desde entonces, el control de ese mensaje se tornó poco menos que imposible, salvo que –como en China y pronto en Irán- se apliquen rígidas censuras sobre Internet.

Con todo, el acceso a los medios se vio favorecido, pero no fue suficiente para que éstos mantuvieran su centralidad en el ecosistema informativo.

Muy rápidamente, la sociedad se empoderó de las herramientas y comenzó a darse a sí misma nuevas, rápidas y eficientes formas de comunicación.

Y aquí vamos a punto: una herramienta fundamental son hoy las redes sociales.

• Información al instante.

• Generada por los propios usuarios.


• Contacto directo con las fuentes.

Esta es la nueva “santa trinidad” que está afectando con mucha severidad a la industria de los medios de comunicación.

Sólo basta repasar las pérdidas de audiencia que están sufriendo para comprender la profundidad del fenómeno.

Cito al español Arcadi Espada:

Hay un cambio radical en el paisaje informativo donde la fuente puede contactar sin mediación con los ciudadanos.


Es evidente, y esto tiene formidables consecuencias, que el periodismo ya no gestiona en solitario el debate sobre el conflicto social

Claramente, los periodistas están dejando el centro de la escena como constructores de noticias.

Porque perdieron la credibilidad o porque actuaron de una manera que generó reacciones adversas de la sociedad.

Frente a esta realidad, la gente, la comunidad, se comunica entre sí y con sus fuentes de manera directa, sin intermediarios.

Ahora bien, ¿pueden las redes sociales lograr un entramado de relaciones sólidas en la comunidad, que sean capaces de moldear una nueva política por fuera de los viejos, tradicionales y desgastados esquema de poder?

Estamos hoy en el medio de un interesantísimo debate sobre si Facebook o Twitter son herramientas imprescindibles para “hacer la revolución”.

Egipto, Túnez, Libia y, en estos últimos días, España nos revelan, sí, la capacidad de estas redes para organizar movimientos de resistencia al poder.

Lo de Túnez, decía hace poco el periodista Manuel Castells en el diario barcelonés La Vanguardia, “no fue una revolución por internet. Pero sin internet esta revolución concreta no se hubiera producido”.

En efecto, por internet llegaron las imágenes e informaciones de Túnez.

Y las redes sociales fueron la plataforma de movilización, de coordinación, de solidaridad y de popularización del objetivo de acabar con Hosni Mubarak en Egipto.

Los acampantes en las plazas de España se convocaron también vía redes sociales.

Y, sin embargo, la protesta que tendía a dejar vacías de contenido las elecciones del domingo 22 terminó con un castigo al Gobierno socialista.

El “que se vayan todos”, como ocurrió en la Argentina en 2001, terminó beneficiando al conservadurismo, que ganó las elecciones.

Pero volvamos sobre la capacidad de las redes sociales de generar ciudadanía.

Está claro que la comunicación favorece la movilización.

En la Argentina podríamos pasar de las cacerolas de 2001 a Twitter o Facebook.

Sin embargo, se encienden luces de alerta: un estudioso como Malcom Gladwell publicó en The New Yorker un artículo titulado “Pequeños cambios. Por qué la revolución no será tuiteada”.


Gladwell considera que Twitter o Facebook, o cualquier dispositivo de social media que aparezca, se constituya en el motor de alguna revolución.

¿Por qué? Básicamente porque las redes sociales implican lazos débiles entre los involucrados y porque no incluyen actividades de alto riesgo.

Clay Shirky, otro profesor universitario de Nuevos Medios, que fue aludido por Gladwell en su artículo, tiene una visión distinta:

Aunque los medios sociales tal vez no lleven sin escalas a la revolución, sí ayudan a conseguir los cambios profundos.

Porque permiten –dice Shirky- coordinar las acciones con “un mayor acceso a la información, más oportunidades de participar en el discurso público y una mayor capacidad para emprender una acción colectiva”.

Esto es, en otras palabras, “la posibilidad cierta de construir ciudadanía”.

Vuelvo sobre Manuel Castells, cuyo seguimiento recomiendo, para cerrar:

“El control de la comunicación siempre ha sido una forma de poder. Por ello, la política es mediática. Lo que no existe en los medios, no llega a los ciudadanos”.


El debate está abierto.


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